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diciembre 09, 2003

Bibliotecas creadas con imaginación 

Mi amigo Javier Leiva -antes Bibliotecario Desordenado y ahora Catorze- ha publicado dos historias de bibliotecas populares de Medellín.
Y casualmente he recibido otra historia de una biblioteca popular en la ciudad de Cali, capital del departamento del Valle del Cauca al sur de Colombia. Otra muestra, una prueba de que estas iniciativas maravillosas no son excepciones.

La comparto con ustedes, aparecida en el periódico El Tiempo el 1 de diciembre de 2003, escrita por Carolina Bohorquez.

Biblioteca puerta a puerta

En el oriente de Cali, una carretilla llena de libros funciona como biblioteca ambulante

Desde hace año y medio, Luis Fernando Villalobos visita el barrio El Paraíso, en la comuna 12 de Cali, para prestar textos y recogerlos. Este hombre de mediana estatura, tiznado por el sol, recorre las calles acompañado de dos niños que lo anuncian. El primero toca un viejo tambor mientras otro le ayuda a agitar la guacharaca.

Villalobos, teatrero de profesión, también se hace acompañar de Elena Sabala, presidenta de la Junta de Acción Comunal, quien megáfono en mano ayuda a alentar a la gente a salir de sus casas.

-"Llegó la promoción de la lectura, no tenga miedo de salir, señora", le dice el teatrero a una de las habitantes del sector, que se queda mirando desconfiada, tras la reja de su vivienda.
-"No cobro; solo dígame cuánto tiempo se gasta en leer alguno de estos libros y yo se le presto", dice Villalobos, mientras su único hijo, Mateo, de 11 años, sigue tocando el tambor.

Este teatrero del Instituto Departamental de Bellas Artes se resiste a que no haya una biblioteca comunitaria en todo este vasto sector. Hace 4 años, la Alcaldía cerró la biblioteca Ramón Franky, la única que existía y la trasladó al barrio Doce de Octubre.

Villalobos, quien dictaba talleres de teatro cuando funcionaba la Ramón Franky, sintió que ese cierre era una gran pérdida para la comunidad. Por eso, como bibliotecario del barrio Siete de Agosto, en la comuna 7, decidió que había que crear una sucursal ambulante y llevarla de nuevo a El Paraíso.

El año pasado empezó haciendo recolectas de libros, algunos donados por la misma comunidad, otros entregados por la Alcaldía y otros más que ha adquirido a punta de mingas y bazares. Por ahora, los libros los tiene guardados en la sede comunal.

Noralba Castrillón, vecina de El Paraíso, le hace señas desde la puerta para que se detenga. El ama de casa escarba y se queda con los de recetas de mariscos, pastas y legumbres. Pero también saca un libro de cuentos encantados y otro de mitos y leyendas latinoamericanas.
-"Se los entrego en ocho días", le dice la señora a este bibliotecario teatrero, quien afanado anota el nombre y la dirección.

"Al cabo de ese tiempo yo voy a la casa de cada persona y los recojo", dice Villalobos, que confía en la buena fe de sus lectores. "Claro que me ha pasado que no los devuelven y se me han perdido diez, algunos infantiles, otro de Rafael Pombo y uno de Gabriel García Márquez", comenta.

Mariela Posada, otra matrona del barrio, no se queda con las ganas de coger un texto, también de cuentos y leyendas con ilustraciones de Jesús Gabán.
-"¿Y no los regala?", pregunta Valeria Pineda, de 7 años.

A sus 76 años Buenaventura Urresty puede leer la letra pequeña de algunas obras. Retira del montón Barrio chino, de Juan Marín, y Noticia de un secuestro y Un señor muy viejo con unas alas enormes, de García Márquez.

-"Yo no sabía que la biblioteca llegaba de puerta en puerta", dice Dora Luz Henao.
-"A mí me gusta leer y llevarles libros a mis hijos pequeños", anota la mujer mientras saca cuentos infantiles.

Ignacio Cerón, coordinador de la Red de Bibliotecas Públicas Comunitarias de Cali, dice que Villalobos es el único caleño que sale por las calles con una carreta promoviendo la lectura. Lo hace, especialmente los domingos en las mañanas.

María del Pilar Bocanegra se llevó El túnel, de Ernesto Sábato y otros de cuentos que devolverá el 9 de diciembre. Olga Martínez pidió unos de cocina.

-"Los jóvenes leen muy poco y como usted vé casi no se han acercado", dice Villalobos.
-"Claro que hay días en que se me acaban los libros de la carreta", añade. En una sola cuadra lo detienen por lo menos entre 20 y 30 personas, la mayoría señoras y niños.

Este domingo la gente lo verá a partir de las 9:00 de la mañana, por las calles, tomando nota y haciéndoles competencia a los carretilleros de frutas y material reciclado.

-"Venga y lea sin ningún compromiso, solo debe tener las ganas", dice Villalobos, mientras se aleja empujando la carreta y su hijo golpea con fuerza el tambor ronco.

Carolina Bohórquez
Redactora EL TIEMPO
Cali